Te encontré entre mi desorden, justamente cuando mi vida estaba más desordenada.
No sé desde que momento me dio por ti; por deslizarte entre mis dedos, por mirarte mientras ordeno la lluvia de ideas que termina en una tormenta de risas y música.
Me cautivaste con tu suavidad y aún me sorprendes con los delicados detalles que dejas tras de ti en cada momento, en cada segundo que pasa y sin perder el hilo.
Dejas huellas en mi piel, de esas que no son tan fáciles de quitar con agua.
Las lágrimas que más de una vez he derramado contigo han hecho que parte de ti se difumine junto con mis secretos.
Desde que te encontré me di cuenta lo mucho que te había extrañado. Gracias por poner color a mi vida, gracias por armarte de paciencia, gracias por guardarte antes de que yo diga nada, y estar dispuesto a decir lo que a mi no me sale por la garganta; gracias por dejar las huellas de mi pasado en esas hojas amarillas que espero queden ahí hasta que mis tatartataranietos las lean.
Si no fuera por ti, nada de lo que anteriormente se ha leído podría estar aquí hoy.
Para mi lápiz de incondicional tinta verde que un día me tentó en una tienda y que seguramente le queda menos de dos meses de vida, uno quizás después de esto.
Por ti y para ti esto que he escrito hoy.
Con amor, tu dueña.
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