Me alegaban desde abajo. Me gritaban a todo pulmón mirando hacia arriba, que los dejara ir por las calles sin ayuda de nada. Me pedían, me suplicaban y me imploraban.
Después de unos minutos, enloquecí. Me dolían mucho las uñas como para no tomar una decisión.
Así que me saqué las chalas no más, y caminé con cuidado sobre el cemento tibio hasta mi casa.
¿Si alguien se fijó? No sé. Pero seguramente me miraron con envidia.
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23 de octubre de 2008, 18:42
Haz hecho de la sorpresa final tu sello. Tu estilo es lo inesperado y original, lo simple y lo cotidiano. Tal como me llamó mucho la atención (y para bien) tu texto para el "enterocareraja", también me sorprendieron mucho tus escritos en este blog.
Es muy grato leerte. ^^
Y gracias por pasar por mis pedazos
Salu2