Sea triste o alegre es siempre mejor que antes, porque la pena queda en cada palabra que pasa por mis dedos y porque poco a poco las lágrimas se van secando en el papel.
Y me siento un poco mejor.
No sé en qué momento comenzaron a caer los ladrillos entre nosotros. Uno sobre otro se fueron montando, mientras caminábamos por Salvador.
Las calles estaban oscuras y las luces de los autos nos daban un color tétrico y triste. ¿O era que estábamos tétricos y tristes?
En un momento miré hacia el lado y el muro era tan grueso que ni tu mano podía buscar para tocarla. Yo me apoyé en él e intenté escuchar tu corazón pero no latía, estaba aplastado por mi vergüenza.
De pronto entre mis esfuerzos por gritarte que te quiero me abriste una ventanita, pequeña, de cárcel y dejaste pasar la luz de mi sonrisa que me devolviste con una triste mueca.
Derrumbarlo, sí... ¿pero cómo?.
Quiero despertar y enconrtarme con tu mirada impregnada de mi.
Me hace tanto bien hablar contigo. Sobretodo cuando en esas conversaciones eres más mi amiga que mi mamá. Sé que alego que no seas tan loca como son las demás, pero en el fondo es la mejor forma en la que podrías ser, así como amiga que me escucha y que sabe más y una mamá porque a pesar de mi llanto, mi rabia y mi miedo, me dices que tú estás ahí, que no soy lo que botó la ola y que en realidad tengo que encontrar la respuesta en mi.
Sólo yo puedo saber.
Te quiero mamá.
Te quiero a ti también por decirme que hablara con ella.
Me quiero a mi por cumplir mi promesa y no defraudarme más.
Todo pasaba demasiado lento, el aire era denso y la gente parecía no preocuparse por nada.
Era necesario un arranque, un aviso de bomba, quizás, o simplemente un corte de luz. Algo, algo que hiciese distinto ese momento de otros. Pero todo era igual.
La ropa es la misma. La gente. La comida. Los olores. La música. Todo idéntico.
Quiero irme. Quiero correr. Me ahogo.
Ha llegado a ese punto, en donde no puedo ni reconocer qué es lo que me asfixia. No quiero que siga así, quiero mejorar, quiero sentir ganas, GANAS DE ALGO, cualquier cosa.
Paja. Todo me da paja. Ni siquiera tengo la fuerza suficiente para salir corriendo o simplemente decir que me quiero ir.
¿Por qué? ¿Qué es lo que está pasando ahora que lo hace diferente?
No sé. Si supiera lo intentaría arreglar pero no sé. Sólo quiero saber para poder estar mejor.
No fue la invitación a almorzar.
Tampoco que te preocuparas de cómo estoy.
No fue caminar juntos mucho rato
o que me mires con esos ojos.
Lo más lindo no tiene que ver con esa pregunta que había esperado desde que veo películas de Disney
ni mucho menos que me ofrecías tu chaqueta sabiendo que tenías más frío que yo.
Todo eso era lindo, pero...
Lo más lindo fue saber que pediste que yo fuera feliz.
Te quiero mucho.
Es cursi, sí, es cursi y suena cursi porque después de todo, yo soy una cursi cualquiera.
Pero no tan cualquiera para ti.
Ahí esta la diferencia.
Cómo creíste que hablaba de otro, cómo podría... No, no ahora, para qué. Sí... podría de lindos recuerdos o malos, por qué no, si de esos no me faltan. Pero denominarlo a ese aquel como la mano que rescata a Frodo del pozo, nunca. No podría ser alguien más que yo.
Yo soy la única persona que me puede salvar. Porque sólo necesito volver a querer que las cosas funcionen. Querer de querer algo, no de querer amando. Además que ya te quiero lo suficiente como para no equivocarme más. Lo sé.
No me acuerdo que fue lo que dije, la razón por la que abrí el blog. No te había dicho pero hago eso muy a menudo, publicar algo que dije en algún momento como una reflexión pura e inmediata, porque me gusta eso de mi, esa frescura metafórica al peo.
Aunque tú no me entiendas cuando hablo así. Pronto deberías entender.
Sí, está en "creer". Esa es la magia de la vida, una persona que no cree no puede estar viva. Eso me dijo mi Tata, o algo así, a eso se refería claro, a que no puede haber una persona tan tan tan agnóstica que "no crea", por lo menos cree en él mismo. ¿No?
Me pasó antes, sí. Una vez quise tanto que perdoné todo, y ya está perdonado. Nunca voy a odiar a alguien a quién quise. Nunca, es una promesa de por vida. Odiar es malo, pésimo, prefiero sufrir que odiar o guardar rencor, no importa lo que sea... no hay que odiar, el alma no está echa para odiar, así la matas. Te mueres.
Pero es diferente ahora porque "creo en nosotros". Esa es la diferencia, nunca antes había creído en un nosotros, con nadie había hecho un esfuerzo para que funcionara. He querido, sí. Cómo es que quise... Mucho fue lo que quise y no me arrepiento, porque sin esa cualidad de poder querer hasta el infinito no podría haber querido a nadie más después de un fracaso como ese. Querer a alguien más me ayudó, finalmente, a creer en otro. En ti.
"Querer, es poder". Ahora entiendo. Querer a alguien te da el poder para creer en él o querer que las cosas funcionen es hacer que todo salga como debe salir. Los dos pensamos igual y por eso estamos aquí. Dudamos, no por dudar, sino por miedo. Ya no tenemos miedo. Yo no. Por eso funcionó.
Yo creo.