Toc Toc Toc me hizo y no la escuché. Se fue por un tiempo...
Toc Toc Toc, nuevamente. Como era de esperarse yo no me di cuenta por pasar demasiado tiempo quejándome.
Toc Toc Toc de nuevo ya pasados algunos meses, siempre vuelve a intentarlo...
- ¡¿Quién jode?!, le grité y la espanté por un tiempo más.
¡¡PAF PAF PAF!! Agarró a patadas mi puerta, se abrió sola de un golpe. Asustada me acerqué cautelosa, pronto llorando y al rato me arrodillé pidiendo perdón por no haberla escuchado antes, por no darme cuenta que no hay nada por lo que tenga que preocuparme más. Está aquí conmigo.
Sólo existe el amor y las ganas de ser feliz.
¿Por qué hay que aguantar la respiración?
Porque el hipo es un monstruo que te nace dentro y quiere salir. Cuando lo intenta te agarra la garganta y te asfixia poco a poco, para que mueras y se apodere de tu cuerpo...
Por eso hay que asfixiarlo a él primero aguantando la respiración.
Me he sentido como esa escena de "El señor de los anillos" cuando Frodo ya va llegando a las tierras de Mordor (?¿) y se cae a un lago con muertos, y siente como se muere y se va muriendo y derrepente una mano lo agarra de la ropa y lo saca. Pero esa mano es alguien que encontré en junio del año pasado, antes de toda esta mierda de la operación de un tata sobreviviente una mama que llega a la hora del pico proque trabaja todo el día, un grupo de amigas que rápidamente se disuelve, errores y mierda vocacional.
Voy a recuperar a la Natalia que me gustaba tanto ser.
Ver libros en la librería me hace recordar lo mucho y exageradamente que me gusta escribir. No me importa si lo hago mal, lo hago pésimo o increíblemente bien. Me gusta.
Lo que me gusta lo hago.
La vida es simple y retornar a los inicios nunca hace mal a nadie.
La mierda huele como aquella vez que creí que se me acababa el mundo.
Pero logré armar mi edificio de nuevo y ahí esta, ESTABLE.
Sí... ESTABLE y qué? tiene q derrumbarse? por qué DEBERÍA?
Deber, deber deber... JA! deberes.
Yo se quien soy, lo se mejor que nadie y la mierda dejará de oler.
No me harás daño otra vez porque se quien soy y lo que tú no eres.
Ojos azules no llores
no llores ni te enamores.
Llorarás cuando me vaya
cuando remedio ya no haya.
Quiero mi cable a tierra. AYÚDAME, vuelveeee a mi vida, eres como mi Jesús de Nazaret.
No soy ni religiosa, pero doy la otra mejilla, a pesar de que con mi carácter de mierda crean que soy la mierda. Pero la mierda no puede oler..."no hay acabo de mundo camilita" No hay no hay no hay necesidad, porque ni Paris.
Me sorprende que esa canción haya venido a mi cabeza...
Contexto? el de la felicidad misma. La pieza de mi Tata Víctor, su radio, su CD, esta una de mis canciones preferidas, las escuchábamos juntos mientras yo...
Una fuente de avellanas que en el día se recogen y en la noche se desparraman.
No me gustan las avellanas tata, son malas... son como raras.
Siempre me imaginé que serían dulces.
Las estrellas no pueden ser amargas, no?. La vida es amarga. NO POR FAVOR AMARGA LA VIDA.
Mi mundo es más que de un 2x2 y me aconsejan que escriba. Me dice eso porque me quiere porque es una forma de, una forma de, una forma de saber de mi.
Conciencia, inconsciencia. INCONSISTENCIA.
JA! Cuando remedio ya no haya.
http://www.youtube.com/watch?v=BoLZRaM2vfA
Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!! "Música Andina"
Pensar que me la sabía en metalófono, como la canción que ponen en el Jumbo y Greenleavs, qué linda, toqué las dos partituras al mismo tiempo una vez, posible, más que posible, mi papá se la sabía en guitarra. Ojalá nunca hubiera dejado de tocar guitarra.
Sólo me casaría contigo si supieras tocar guitarra.
- Se parece a ti.
- Por qué?
- Porque es blanca, tradicional, canadiense... eres tú, no sé.
- Tradicional? Yo no soy... es que...
- ...
- Quizás soy un poco machista.
Igual quiero escribir un libro, qué más me da que sea malo y sólo lo lea mi abuela.
Cuando las cosas no me funcionan como quiero, no lloro. Yo le sonrío a la vida. Basta de drama, basta de sacrificios al volcán para que HunkaHuga sepa que soy como debo ser. JA!. Basta.
Te quierooo amiga, noo sufras, porque tu mamá está loca y la echas de menos. Amiga, no sufras si para ti siempre voy a estar, aunque no esté todos los días. Cómo te quiero, qué haría sin ti.
Qué haría sin unos dulces fuguelé y un lugar donde ir cuando tengo miedo.
Es lo mejor. Saber que sigo siendo alguien para muchos que sí son para mi.
Sí, a veces siento que no da más y muero todos los días un poco. No tengo a quién decírselo... Mentira, MENTIROSA. Tengo a muchas personas a quién contárselo, pero ha pasado tanto tiempo que cierro la boca y me callo. Me callo para siempre. Me quedo. Llega un momento en que muchas cosas se dicen, pero ya no se dicen con los labios, se dicen con cada acto, cada momento en que muero lo digo. Quién lo escucha, quién lo entiende. ¿A cuántas personas he dañado en mi vida? No quiero esto. No quiero lo otro. Por qué lo hice. Por qué soy así. PORque soy así. Tan inepta, tan dejada, tan silenciosa, tan explosiva, impulsiva, tonta, ridícula, mensa yo... Yo no me importó, siempre me ha sido muy fácil cuidarme sola, pero eso es porque no me cuido. No sé cuidarme, las nueve pastillas al día me matan un poco, todos los días hacen que esté mejor, que no de vida a uno que no quiere vivir, que no me tiriten las manos por falta de algo, que no me quede dormida en todas partes, pero no me ayudan a sentir que no quiero quedarme tirada todo el día durmiendo, a que no me tiriten mas manos cuando pienso cosas y a que cuide que ese otro no venga. El alcohol es una manera de escape... mentira, MENTIROSA. No claro que no, yo no huyo, yo me quedo estoy harta de quedarme aquí siempre, simplemente porque no encuentro la manera de que todo sea mejor. Sí ya está tan bien. Todo es perfecto, la gente es perfecta todos los días, todos cambian, todos aman, todos besan, todos tocan, todos ayudan, todos todo. Todo lo que done es bueno, todo lo que ría es mejor, todo lo que proyecte, lo que cambie, cambiar, cambiamos, CÁMBIAME. Pero no, no es tán fácil. Todos todo, pero no todos perdonan. Lo sé y qué importa no? Sí... cuando me quedo sola me doy cuenta que con los dedos de la mano se cuentan los que nunca me juzgaron. ¿Estás entre esas personas? ¿Quién eres tú?
No soy mala, sólo que no soy perfecta, los errores ocurre y lo quiero te quiero TE QUIERO TE QUIERO. A él lo odio... si tú sabes quién, sabes a quién odio, y ya no lo odio por todo lo que me hizo llorar, no lo odio por sentir que me merezco haber llorado así, no no no, lo odio porque soy igual a él. Soy tan igual a tí, mierda, que cometo los mismos errores que tu. Estúpido nunca te juzgue, no lo juro que no, nisiquiera a ti, después de todo creía que algo podía haber... para... esto. Para todo. Pero yo ni al espejo puedo mirarme. NADA. IMBÉCIL.
Lo importante no radica en él, ni en mi, ni en ti, ni en nadie, ¿es importante? ¿cuán importante es que este muriendome todos los días como una enferma que no quiere seguir con esto?. Sí, señoR SEÑOR tengo mas miedo que la mierda, miedo de mi de todos de todos esos que todo son que todo hacen bien y que todo a cada momento no me perdonan. Miedo mamá miedo abuelos miedo papá miedo a los autos a la carretera a las notas al tiempo perdido a las cosas en vano al momento en que no vivi, qué... si muero eso hago me muero?... Noooooo no me muerooooooo. Soy así
Yo la mongólica, tonta, ridícula, impulsiva, enamoradiza, engrupida, alegre risueña sensible gritona, porque porrazo tras porrazo he sido así pero nunca ha sido mi intención serlo, nunca ha sido mi intención ser nada. INTENCION mierda intención, cómo puedo tenerlaaaa como puedo tenerla nadie creería eso, pero no es suficiente, se que jampas sería suficiente. Pero es así asi soy asi intento ser mejor todos los días por ti, todos los días después de cada pastilla pienso en lo mejor que quiero ser, todos los días que me siento a escribir que leo lo que te digo en serio soy mejor por ti solo por ti pero no puedo ser perfecta porque nunca pensé que cambiaria por ti no por tiiii nunca por alguien. ¿Cuán difícil puede ser querer? es más complicado que la cresta.
No tienen por qué creerme, nadie tiene por qué, qué me importa ya lo que crean, cuando me ha importado, la última vez que me importó casi tiro a la basura lo único de este momento que vale la pena, una mierda cuando te dicen cómo llevar tu vida, terminas haciendo cosas que no quieres, terminas viviendo como la mierda que nunca quisiste ser, no hagas caso deja de escuchar consejos de personas a quién jamas jamas jamas se los pediste, por qué ¿yo soy así? digo lo que hay q decir cuando tengo q decirlo, ni antes ni menos después, si el momento no fue no fue mala suerte, se me olvida, no se te va a olvidar nunca por la cresta, cuán difícil puede ser.
CUAN CUAN CUAN CUAANTO MAS... no más.
Son las seis de la tarde en un día de semana, uno cualquiera, de lunes a viernes. Los colores en el cielo empiezan a cambiar, no sólo el atardecer otoñal se aproxima, también el comienzo de la hora pick. El tráfico es cada vez más molesto, los conductores están molestos, los que esperan en las esquinas el monito verde están molestos, incluso el rojo del semáforo con su incandescencia parece estar molesto y el cielo gris del cielo no parece mostrarnos un panorama mejor. Es la hora de una piedra en el zapato.
El aire aún es tibio y aunque no hace frío el ambiente ya tiene su color otoñal. Se ven manchas amarillas en las veredas, huele diferente, es todo más húmedo de lo normal y los árboles se tambalean con el suave soplar del viento. Pero nadie en los autos lo nota, nadie ensimismado en su mp3 se da cuenta, nadie vive su ciudad.
El Museo de Bellas Artes es imponente, más que cualquier taco, más que las personas apuradas, más incluso que el mismo Parque Forestal. Ahí está, como un gigante que contrasta con las nubes amenazantes de lluvia temprana. Un gigante que nadie ve, que a nadie sorprende con su extraordinaria altura, belleza, historia. Está solitario entre tanta hora pick, entre el tumulto de almas molestas por la hora, por el frío, por el tráfico y por el “paco” de la esquina que da indicaciones que nunca ayudan, solo demoran su llegada a casa.
El vendedor de dulces Suny se pasea con constancia, una y otra vez, en cada luz roja pasa sin ser visto por cada mirada impaciente de los conductores esperando que la luz del semáforo los acerque unos segundos más, un par de metros más cerca a su hogar con su verde esperanzador.
En las veredas la gente camina corriendo. Nadie mira a su alrededor, nadie es cociente de la belleza de un atardecer en la ciudad, de los matices, de los colores, de las personas que caminan junto a ellos. No observan un parque forestal atestado de enormes árboles donde incluso una Araucaria se puede ver desde la vereda del frente. A ninguno parece importarle lo lindo que es Santiago.
Los bocinazos y los pitazos del carabinero resuenen en la densidad del ambiente al que nadie presta atención, ruidos de camiones, los gritos del vendedor de Superocho y parejas de personajes que conversan mientras salen del museo o cruzan la calle. Es como si el ruido se fuera al vacio, como si no existiera, hace recordar esa pregunta que dice, “Si un árbol se cae en el bosque y nadie lo ve jamás, ¿el árbol se cayó realmente?”.
Eso pasa, es como si los momentos no existieran, están muertos, no porque los maten con críticas o malos pensamientos, sino porque no alcanzan a nacer en la mirada de algún observador. Las luces destellantes no son, la ciudad activa como una jungla que tiene algo que decir, no es. Las personas estresadas que piensan en cómo mejorar el mundo, no existen detrás de la molesta hora pick. Sólo hay bullicio silencioso sin una razón de ser.
Sólo un par de personas entre tanta multitud de zombis parece existir. Se sentaron a descansar sin darse cuenta que con su pausa en el tiempo generan un momento de realidad dentro de tanta superposición de eventos sin atender. Bajaron por las largas escaleras del museo y se sentaron en las bancas que lo rodean a conversar, a hacer silencios y observar. Saben lo que pasa a su alrededor en ese momento, son consientes de la ciudad.
Sólo dos personas entre tantas otras que están en los cuarenta autos que pasan por cada semáforo en verde, entre las treinta personas que a simple vista parecen pasearse por las veredas cada vez que la luz cambia de color, sólo dos de todas esas deciden parar un momento para mirar qué es lo que pasa ahí, en su vida, en la de todos los demás.
Ven la impetuosidad del Bellas Artes, la Araucaria en la vereda del frente, las caras molestas de los conductores y las manchas luminosas que contrastan entre tanto gris. A lo lejos el carabinero que dirige en tránsito no encaja con el malabarista que aprovecha cada señal de detención para comenzar su frustrado intento de sorprender a las personas con su increíble coordinación entre el baile de las clavas y el dominio de una pelota de fútbol.
No consigue sonrisas ni los aplausos que cualquier artista merece, sino que una estirada mano que le entrega cien pesos, más que por el goce es más buen por la responsabilidad solidaria del chileno, caridad hastiada.
El cielo cambia de pronto su tono grisáceo a un azul marino y el anochecer amenaza con llegar rápidamente. Los autos siguen en su lento andar y las personas en su caminar de maratón. Las dos excepciones a la regla comentan que se pone helado y deciden emprender su marcha.
Desde el otro lado un joven activo reparte el programa cultural del mes de mayo, pide un aporte voluntario para sustentar las impresiones y probablemente su pasaje de la micro. Él también camina rápido, porque quiere llegar a su casa, al calor de una cama con guatero o un programa de televisión aburrido. Quizás tiene que estudiar o terminar un trabajo, pero es claro que quiere dejar lo que está haciendo para sentarse en un lugar a descansar.
Otra pareja de amigas se sienta en una banca más allá. Se fuman un cigarro y crean con su momento otro espacio de existencia a su alrededor. No se ven apuradas, no parecen estar preocupadas por el tiempo, por al tráfico ni por las caras de molestia de todos a su alrededor. Pero tan pronto cae la última ceniza de la colilla, se van. Con la misma calma con la que llegaron.
Otro bocinazo que no distrae a nadie más que al vendedor de Superocho que corre apresurado para vender lo suyo. Camina a paso rutinario, de esquina a esquina, a lo largo y a lo ancho vendiendo, esperando en llegar con algo más a su casa. Porque él también tiene cara de querer irse pronto.
En lo alto ya no quedan rastros ni de azul ni de gris porque la oscuridad lo abarca todo menos las calles iluminadas por los faroles y automóviles. Hace más frío y la señora de pelo corto y piernas cansadas por los tacos, pero no menos apresuradas, se pone la chaqueta del traje de dos piezas que lleva puesto.
Camina al metro, con un bolso grande que además de voluptuoso se ve pesado. En la estación de Bellas Artes, baja por las escaleras que la conducen al adiós de la ciudad en un anochecer cualquiera. Le da la espalda a lo lindo que es Santiago al igual que todos los demás que se sumergen para irse a sus casas de una buena vez.