No hay como callarla, ni quien sepa escuchar más.

Si se para frente a mí lo primero que descubro es su boca roja, no solamente porque es muy carnosa y llamativa sino porque le gusta conversar. Siempre tiene algo que contarme, alguna queja y si no, probablemente alguien por quién sufrir.
Mientras me cuenta acerca de sus últimos sucesos, qué aun no sabe que terminarán como un trauma, yo me fijo en su pelo muy ondulado hasta más abajo de los hombros, aunque a veces se lo alisa no puede esconder los rulos que se revelan después de un lavado con agua y shampoo con olor a vainilla.
Caminamos hacia una banca para sentarnos y seguir discutiendo su problema, después de eso es ella quién se concentra con todas sus ganas para ayudar a quién quiera contarle sus cosas también. Habla fuerte, de vez en cuando pasa que alguien se da vuelta para escucharnos o simplemente se va porque no quiere seguir oyendo conversaciones ajenas.
Llegamos a la banca y con un típico gesto se sube los pantalones al mismo tiempo que se sienta. En todo el transcurso no ha dado ni un solo suspiro, conversa tan fluidamente que incluso puede volverse confuso.
Es muy expresiva con sus manos, sus manos son pequeñas, en la derecha tiene un lunar característico y si no tiene las uñas rojas no se las verán de otro color jamás.
Termina su historia y mirándome con los ojos un poco saltones, pestañeando rápido, de hecho más de lo normal. Está desesperada por un consejo que le solucione la vida, porque se pone nerviosa ante los cambios. Por ella que todo siguiera tan tranquilamente como siempre había estado.
Escucha lo que le tengan que decir, no acepta muchas críticas a menos que sean ciertas personas cercanas, de hecho a quienes ella les haya dado la confianza de hacerlas. Piensa bien lo que están intentando hacerla comprender y siempre llega a la misma conclusión: “ella tiene la culpa”, lo cual es contrario a lo que realmente le trataban de decir. Así vive ella, intentando solucionar cosas que no son para solucionar sino para simplemente dejarlas ser.
Después de dar este errado cierre a su conflicto, toma su botella de agua que nunca le falta y bebe un par de tragos. Se dispone entonces a escuchar, sólo como pocas personas saben hacerlo, el problema lo vive ella, se angustia tanto y más que uno mismo.
Pregunta detalles, te hace pensar, te cuestiona aquellas cosas que normalmente las personas dejamos pasar, te hace reflexionar y después, justo antes de dar el consejo final, muerde un poco su boca, lo piensa con la mirada dirigida a ninguna parte y después hacia ti; te mira con los mismos ojos saltones pero ya no pestañea tan rápido y una frase que más de una vez la he escuchado decir (y qué ganas de decírsela a ella incontables veces): “Naty – me dice - No es tan malo… de hecho lo encuentro bueno”, todo esto acompañado de un par de momentos en que se rascó la rodilla, el brazo y la pierna.
Nunca la he visto después del verano y me he preguntado si toma un color rojo o uno tostado y si eso la hace dejar de ser tan blanca, también se me ocurre que le salen más pecas en la cara de las que ya tiene. Aún así se que pasa tiempo en la piscina, le gusta nadar y según ella es el ejercicio que más te hace bajar de peso.
Nos paramos de la banca, se vuelve a subir los pantalones y caminamos perezosamente de vuelta a la sala de clases. Me pregunta si tengo crema, siempre anda preguntado si alguien tiene crema porque nunca se alcanza a echar en la cara las mañanas antes de salir apurada a tomar la micro; me consta que el problema no es el tiempo que se demora en ella (la micro), sino en el que pierde caminando a la calle por donde pasa.
No fuma y es aplicada (estudia más que muchos y menos que algunos), como a todas las personas a ella le gusta salir, es sociable pero no puede conversar tan fácilmente con alguien que acaba de conocer. Aunque si algún tema en común puede encontrar con cualquiera será la música.
Siempre llega cantando alguna canción y no importa la que le digan, ella sabrá seguir la letra, saberse el nombre y también el autor.
Se las aprende porque las escucha en todas partes, en el auto, en la micro, en los comerciales de la televisión o de la radio, en las teleseries, en los videos musicales, etc. Pero sobre todas las cosas mientras las escucha cuando lee. Lee de todo, libros que no termina, revistas faranduleras, páginas en Internet, datos freak (extraños) de lo que sea y aquello que le consume la mayor parte del tiempo son los Blogs. Los recorre de principio a fin conociendo historias de gente conocida, desconocida o que muere por conocer.
Así es ella, simple, conversadora, enrollada y de una u otra forma siempre feliz.

1 Response to "No hay como callarla, ni quien sepa escuchar más."

  1. Anónimo Says:
    25 de abril de 2010, 19:36

    creo que la unica mentira en todo el texto es que soy aplicada. todo lo demas, true true true