"La conocí hace como cinco años, mi vecina"

"Decididamente es decidida. Analiza siempre sus opciones una por una, aunque siempre tiene absolutamente claro que es lo que quiere y cómo lo quiere. Detrás de una estatura ocho centímetros mayor a la del promedio chileno se esconde el sentido práctico en su máxima expresión. Nada de complicaciones y ni desvaríos que alteren de alguna manera su forma de vivir, a ratos un poco holgazana. No se molesta por pequeñeces ni se preocupa a no ser que la cosa sea de vida o muerte. Su tranquilidad tiene un precio muy alto y pocas cosas pueden pagarla.

Siempre mueve su pierna, eternamente, con nervio y con la misma lealtad con que mueve su extremidad es amiga de sus amigos, estando siempre presente, prestando oreja, cabeza y corazón para cada uno de ellos cuando la necesitan. No teme en recibirte en su casa y darte una taza de té cuando las cosas no están saliendo como pensaste. No juzga y a veces dice cosas que se quedan en la cabeza por semanas enteras, como una verdad a la que tiene quieres aferrar o como algo que no quiere ver.

A su pelo crespo y largo junto con una trenza veraniega de la cual aún no se despoja, lo amarra preferentemente con una media cola denotando que difícilmente se influencia por las modas que hablan de lo maravilloso del pelo liso. Más bien a ratos las desprecia alegando que uniforman a la gente y que le quitan personalidad. Busca la originalidad en todo y la cuida como si en eso se le fuera la vida.

Últimamente anda hablando que está pasada en el peso y que para eso usará una famosa dieta, la cual su mejor amiga también usó. Este régimen la tendrá alejada de los carbohidratos por un mes y honestamente, creo que es absolutamente innecesario: yo la encuentro regia. Además dudo mucho que pueda estar lejos del pan o del arroz por más de una semana.

No teme demasiado, cree que la vida está hecha para vivirla. Eso si, tiene terror de sentir que no ha vivido lo suficiente, que no dio todo lo que tenía. No es mentira que quiere hacernos creer que es fuerte y que todo pasa sin afectarle aunque llore con los comerciales de la Teletón. Y en ese intento por ser fuerte, a veces se enreda y cree que siente menos, que es menos frágil aunque eso no sea verdad.

Su forma de vestir es un reflejo de su espíritu relajado. La regla de oro es la comodidad y por eso mismo difícilmente se desprende de sus zapatillas, de jeans o polerones, aunque para ocasiones formales sueña con usar trapos aleopardados y ajustados que dejen al descubierto su anatomía.

Es raro verla sin aros. Y más rato aún verla con anillos. Odia las famosas perlas que actualmente se usan como aros, lo de ella es “mientas más artesanal, más le gusta”. Si esos aros tienen coquitos, raíces, escamas y cualquier desecho orgánico es un deleite para ella.

Dice que se metió a esta carrera con la única expectativa de poder viajar y sacar fotos. No le interesa salir en las noticias, no quiere ser famosa, no quiere ganar plata. Quiere ser feliz y lo tiene tan claro que a veces asusta porque no son decisiones fáciles las que se han de tomar para lograrlo. Pero ella las toma y lo va a lograr".


by Fran.

No hay como callarla, ni quien sepa escuchar más.

Si se para frente a mí lo primero que descubro es su boca roja, no solamente porque es muy carnosa y llamativa sino porque le gusta conversar. Siempre tiene algo que contarme, alguna queja y si no, probablemente alguien por quién sufrir.
Mientras me cuenta acerca de sus últimos sucesos, qué aun no sabe que terminarán como un trauma, yo me fijo en su pelo muy ondulado hasta más abajo de los hombros, aunque a veces se lo alisa no puede esconder los rulos que se revelan después de un lavado con agua y shampoo con olor a vainilla.
Caminamos hacia una banca para sentarnos y seguir discutiendo su problema, después de eso es ella quién se concentra con todas sus ganas para ayudar a quién quiera contarle sus cosas también. Habla fuerte, de vez en cuando pasa que alguien se da vuelta para escucharnos o simplemente se va porque no quiere seguir oyendo conversaciones ajenas.
Llegamos a la banca y con un típico gesto se sube los pantalones al mismo tiempo que se sienta. En todo el transcurso no ha dado ni un solo suspiro, conversa tan fluidamente que incluso puede volverse confuso.
Es muy expresiva con sus manos, sus manos son pequeñas, en la derecha tiene un lunar característico y si no tiene las uñas rojas no se las verán de otro color jamás.
Termina su historia y mirándome con los ojos un poco saltones, pestañeando rápido, de hecho más de lo normal. Está desesperada por un consejo que le solucione la vida, porque se pone nerviosa ante los cambios. Por ella que todo siguiera tan tranquilamente como siempre había estado.
Escucha lo que le tengan que decir, no acepta muchas críticas a menos que sean ciertas personas cercanas, de hecho a quienes ella les haya dado la confianza de hacerlas. Piensa bien lo que están intentando hacerla comprender y siempre llega a la misma conclusión: “ella tiene la culpa”, lo cual es contrario a lo que realmente le trataban de decir. Así vive ella, intentando solucionar cosas que no son para solucionar sino para simplemente dejarlas ser.
Después de dar este errado cierre a su conflicto, toma su botella de agua que nunca le falta y bebe un par de tragos. Se dispone entonces a escuchar, sólo como pocas personas saben hacerlo, el problema lo vive ella, se angustia tanto y más que uno mismo.
Pregunta detalles, te hace pensar, te cuestiona aquellas cosas que normalmente las personas dejamos pasar, te hace reflexionar y después, justo antes de dar el consejo final, muerde un poco su boca, lo piensa con la mirada dirigida a ninguna parte y después hacia ti; te mira con los mismos ojos saltones pero ya no pestañea tan rápido y una frase que más de una vez la he escuchado decir (y qué ganas de decírsela a ella incontables veces): “Naty – me dice - No es tan malo… de hecho lo encuentro bueno”, todo esto acompañado de un par de momentos en que se rascó la rodilla, el brazo y la pierna.
Nunca la he visto después del verano y me he preguntado si toma un color rojo o uno tostado y si eso la hace dejar de ser tan blanca, también se me ocurre que le salen más pecas en la cara de las que ya tiene. Aún así se que pasa tiempo en la piscina, le gusta nadar y según ella es el ejercicio que más te hace bajar de peso.
Nos paramos de la banca, se vuelve a subir los pantalones y caminamos perezosamente de vuelta a la sala de clases. Me pregunta si tengo crema, siempre anda preguntado si alguien tiene crema porque nunca se alcanza a echar en la cara las mañanas antes de salir apurada a tomar la micro; me consta que el problema no es el tiempo que se demora en ella (la micro), sino en el que pierde caminando a la calle por donde pasa.
No fuma y es aplicada (estudia más que muchos y menos que algunos), como a todas las personas a ella le gusta salir, es sociable pero no puede conversar tan fácilmente con alguien que acaba de conocer. Aunque si algún tema en común puede encontrar con cualquiera será la música.
Siempre llega cantando alguna canción y no importa la que le digan, ella sabrá seguir la letra, saberse el nombre y también el autor.
Se las aprende porque las escucha en todas partes, en el auto, en la micro, en los comerciales de la televisión o de la radio, en las teleseries, en los videos musicales, etc. Pero sobre todas las cosas mientras las escucha cuando lee. Lee de todo, libros que no termina, revistas faranduleras, páginas en Internet, datos freak (extraños) de lo que sea y aquello que le consume la mayor parte del tiempo son los Blogs. Los recorre de principio a fin conociendo historias de gente conocida, desconocida o que muere por conocer.
Así es ella, simple, conversadora, enrollada y de una u otra forma siempre feliz.

El comienzo qué tanto importa...

Ese día:

Lo conocí y no podría definir lo que pensé porque no me acuerdo.
Lo besé por primera vez y no podría decir si fue bueno, medio, malo, increíble o fome. Porque no me acuerdo.
Lo miré a los ojos y no podría decir si descubrí verdad o mentira, bondad o maldad, felicidad o tristeza porque no me acuerdo.
Conversé con él harto rato pero no podría decir de qué hablamos, si me interesaba realmente el tema, si me reía de verdad o de mentira porque no me acuerdo.
Quise aprenderme su nombre y no sé después de cuántos intentos y cuántas veces leerlo en su carné pude retenerlo porque no me acuerdo.
Lo tuve cerca muchas veces y lo olí pero no puedo decir si logré definir su esencia, si me gustó o me cargó, si fue dulzón o amargo, su fue rico o hediondo porque no me acuerdo.
Quería retenerlo, no quería que se fuera pero no sé si es porque estaba desesperada, porque me gustó, porque no perdíamos nada o porque vi algo más porque no me acuerdo.

Pero mañana:

Lo veré y sabré si tiene sed, calor cansancio o nada.
Lo besaré y sabré que me gusta que quiero que dure mucho pero no tanto como para no dejarlo con ganas de otro.
Lo miraré a los ojos y sabré que quiere algo de mi, que sus mejillas se contraen si me miente y que cuando dice la verdad le cuesta mantener la vista fija, si tiene pena no me lo dirá y si está feliz irradiará y me contará alguna historia cotidiana.
Conversaremos muchas cosas, de las cuáles probablemente no me acuerde totalmente y cuando le repita una historia esperará que termine la idea general para decirme "si me contaste" y se sorprenderá cuando le diga que le gusta el té frío, no come frutas, no me aprendo los cumpleaños en febrero pero puedo intentarlo y que conozco su cara de mentira.
Me aprendí su nombre completo, he visto fotos que ni él sabe que tiene en FB y le contaré novedades de sus amigos de las que todavía no se entera.
Lo tendré cerca todo el día y sabré que su olor me gusta, que no siempre huele igual pero siempre olerá a él mismo. Sabré también que me siento protegida cuando oloroso su polera y que él también cuando me huele a mi.
No qurré que llegue la hora de irse porque me hace reír, porque me siento tranquila, normal, segura y feliz. No querré que se vaya porque tengo frío, porque la almohada todavía puede tener más de su olor y porque es mi excusa perfecta para hacer nada pero quedándome con el sentimiento de haber hecho lo más importante de la semana. No querré que se vaya porque todavía puedo aprender a adivinar qué almorzó a qué hora y cuantos vasos de agua ha tomado en el día y de pasadita si él se quiere quedar o no.

Yo

A veces no se puede. Por más que lo intentes no se puede. Te quedas estancada como en arena movediza y te ahogas desesperadamente entre más luchas por conseguir que resulte.

Te mueres.

Un suspiro. Y mientras agonizas lloras para hacerlo lento, doloroso, solitario. ¿Por qué? ¿Qué me pasa? Te preguntas una y otra vez, lo grita tu garganta pero no sale por la boca. No hay respuesta, no hay vida, no hay palabras, no tienes nada que decir.

De pronto dejas de llorar y respiras. La arena movediza no te succiona y simplemente dejaste de luchar, pero sigues estancada, no hay como salir de ahí por uno mismo.

Una vez Acuña me dijo, la inspiración es una falacia, un pintor pinta porque los pintores pintan, no porque se inspiran. Pero yo no soy pintora, le dije. No soy escritora tampoco, no soy Naty, ni Natss ni a veces tampoco Natalia.

Necesito ver algo que me haga salir de la tumba que yo misma cabe. Porque no sólo deje de creer en mí misma, en la gente y en lo que tengo, también deje de creer en el talento. En las palabras, en la tinta y en las teclas. Me quedé sin religión.

Algo tengo que haber visto que no quice ver, porque me es más fácil quedarme aquí, echarle la culpa a la arena, a la muerte, al ataúd. Pero no, no soy así, siempre tengo algo que decir, no para alguien, no para nadie, sino por mi, para mi, para acordarme de quién soy, qué me gusta, qué me sorprende. ¿Quién soy?

Esta soy yo. Como cada vez soy yo.

Disfruta

Caminar más rápido no vuelve el tiempo más lento.