Tatas

La nieta va de vez en cuando, mas seguido de lo que cualquier nieta iría normalmente a visitar a sus familiares seniles. Lo que pasa es que ellos no son tan viejos como un Tata, son bastante choros. Y además viven a la pasadita.

El Tata jubiló hace re poco, la Lala ha sido dueña de casa desde que tuvo hijos. Se quieren, ¡UFff! cómo es que se quieren. Se sabe (lo sé) porque se soportan, se toleran, se respetan, se comprenden y porque siempre conversan. ¿Eso no es el amor acaso?. Yo estoy segura que sí.

Ambos dedicados a la docencia en algún minuto de su vida, el Tata profesor de Técnico Manual y ex director del Liceo Manuel de Salas, y la Lala asistente de párvulo, trabajó muchos años en un jardín donde conoció a muy bellas personas de las que siempre tiene historias que contar.

Se podría decir tanto de ellos, de sus caprichos, de sus gustos, de sus virtudes y defectos. Podría indagar en sus pasatiempos, en sus mayores miedos y en sus creencias. Pero qué mejor que un diálogo cualquiera, uno que para la nieta es la esencia de la relación. Uno cotidiano, uno de verdad.

Contexto: Tomando once.

Tata: Pero, Gorda!... (cara de reproche)
Lala: Qué, mijo?
Tata: ... (indicando la taza y el endulzante) (son abuelos lights)
Lala: aaaahh... ya le habías echado?
Tata: Si po, gorda.
Lala: Yah! - media hastiada - pero es que como nunca le echas. (queriéndole decir "es que como siempre hay que hacerte todo").
Tata: (inmóvil... no hará nada por solucionarlo)
Lala: aaaahg ya - aún hastiada - tómate este. (Le pasa su taza de café y ella se toma el extremadamente dulce).
Tata: Mmm, me comería un pan con jamón.
Lala: Con mantequilla?
Tata: No, así no má.

Lo último, a pesar de que suena como una orden, no lo es, nunca lo ha sido. Es compartir, él la cuida, ella lo cuida y cada uno a su testaruda manera.
¿Acaso eso no es el amor?

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